domingo, 28 de octubre de 2012

Preguntas


Hay quien busca respuestas, eso está bien para entender el presente y explicar el pasado. Pero no olvidemos buscar nuevas preguntas, eso nos permite avanzar hacia el futuro.
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Félix Velasco

Donación 20 millones de euros a Cáritas

MONTORO
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Félix Velasco

El desorden de tu nombre

Estás en boca de todos pero nadie te menciona por tu nombre. Políticos, sindicalistas, tertulianos, empresarios o economistas se han acostumbrado a hablar de ti en un plural dramático que crece mes a mes, semana a semana, año a año. Pero tu tragedia es anónima fuera de esas cifras arrojadizas de los grandes análisis que denuncian problemas sistémicos y lacras estructurales; la vives cada día en la devastadora, lacerante soledad de tu esfuerzo baldío, en la desamparada rutina de una búsqueda inútil. Y sabes que tu nombre no existe, hundido en el aterrador incógnito de un océano de números, perdido entre las líneas infinitas de una sobrecogedora estadística de calamidades.
Eres el camarero al que no han renovado el contrato en septiembre. La enfermera interina que ya no va a volver al hospital. La dependienta de la tienda que cerró hace unos meses. El albañil al que hace cuatro años le dijo un capataz que lo llamaría para la próxima obra. Eres el administrativo al que un día mandaron recoger su mesa para siempre, el periodista al que pusieron en un ERE, el viajante varado en el sofá de su desesperación. Eres la joven licenciada que cada mañana envía por correo electrónico currículos que nadie va a contestar. Eres el inmigrante que espera cargado de paciencia su turno en la oficina de empleo. Eres la asistenta que se quedó de pronto sin casas que limpiar. Eres el comerciante arruinado, el empresario en quiebra, el directivo que perdió la confianza de sus jefes, el profesional maduro al que con muy buenas palabras despidieron por peinar canas. Eres el ingeniero que busca en internet una oferta en Alemania, la chica de la agencia de viajes que bajó la persiana, el repartidor de pizzas que ha tenido que vender su moto, la profesora cuya plaza fue amortizada en el último curso. Eres el padre que aún no ha dicho a sus hijos que está sin trabajo, la madre ahora ociosa que por la mañana lleva a los suyos al colegio. Eres la antigua directora de hotel que está ofreciendo sus servicios como recepcionista, el ingeniero que espera en vano una llamada para ejercer de comercial. Eres el prejubilado al que se le hacen eternos los días y las tardes, el abogado reciente que ya no sabe cuántos masters acumular. Eres el parado de larga duración que mira con recelo el saldo menguante de su cuenta, la filóloga que sería feliz si le diesen el puesto que ha solicitado en una librería. Eres cualquiera de esos 5.778.100 desempleados al que en absoluto consuela, más bien al contrario, la existencia de los otros 5.778.099.
Y estos días, cuando como cada fin de mes las noticias hablan de tu desventura en términos abstractos, tú sabes que nadie, ni políticos, ni comentaristas, ni expertos, va a pronunciar tu nombre. No lo conocen, ni desean aprenderlo porque tu nombre, tu mirada, tu vida, son el testimonio de su insondable, inquietante, demoledor, completo fracaso.
Estás en boca de todos pero nadie te menciona por tu nombre. Políticos, sindicalistas, tertulianos, empresarios o economistas se han acostumbrado a hablar de ti en un plural dramático que crece mes a mes, semana a semana, año a año. Pero tu tragedia es anónima fuera de esas cifras arrojadizas de los grandes análisis que denuncian problemas sistémicos y lacras estructurales; la vives cada día en la devastadora, lacerante soledad de tu esfuerzo baldío, en la desamparada rutina de una búsqueda inútil. Y sabes que tu nombre no existe, hundido en el aterrador incógnito de un océano de números, perdido entre las líneas infinitas de una sobrecogedora estadística de calamidades.
Eres el camarero al que no han renovado el contrato en septiembre. La enfermera interina que ya no va a volver al hospital. La dependienta de la tienda que cerró hace unos meses. El albañil al que hace cuatro años le dijo un capataz que lo llamaría para la próxima obra. Eres el administrativo al que un día mandaron recoger su mesa para siempre, el periodista al que pusieron en un ERE, el viajante varado en el sofá de su desesperación. Eres la joven licenciada que cada mañana envía por correo electrónico currículos que nadie va a contestar. Eres el inmigrante que espera cargado de paciencia su turno en la oficina de empleo. Eres la asistenta que se quedó de pronto sin casas que limpiar. Eres el comerciante arruinado, el empresario en quiebra, el directivo que perdió la confianza de sus jefes, el profesional maduro al que con muy buenas palabras despidieron por peinar canas. Eres el ingeniero que busca en internet una oferta en Alemania, la chica de la agencia de viajes que bajó la persiana, el repartidor de pizzas que ha tenido que vender su moto, la profesora cuya plaza fue amortizada en el último curso. Eres el padre que aún no ha dicho a sus hijos que está sin trabajo, la madre ahora ociosa que por la mañana lleva a los suyos al colegio. Eres la antigua directora de hotel que está ofreciendo sus servicios como recepcionista, el ingeniero que espera en vano una llamada para ejercer de comercial. Eres el prejubilado al que se le hacen eternos los días y las tardes, el abogado reciente que ya no sabe cuántos masters acumular. Eres el parado de larga duración que mira con recelo el saldo menguante de su cuenta, la filóloga que sería feliz si le diesen el puesto que ha solicitado en una librería. Eres cualquiera de esos 5.778.100 desempleados al que en absoluto consuela, más bien al contrario, la existencia de los otros 5.778.099.
Y estos días, cuando como cada fin de mes las noticias hablan de tu desventura en términos abstractos, tú sabes que nadie, ni políticos, ni comentaristas, ni expertos, va a pronunciar tu nombre. No lo conocen, ni desean aprenderlo porque tu nombre, tu mirada, tu vida, son el testimonio de su insondable, inquietante, demoledor, completo fracaso.
Ignacio Camacho
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Félix Velasco

sábado, 20 de octubre de 2012

Motín en el parvulario

España se enfrenta hoy con la peor de las herencias socialistas: la de esas generaciones que galopan hacia el infantilismo más cerril desde la autocomplacencia más ignara
El único error que ha cometido el señor Wert al denunciar la politización de los motines párvulos es no haber subrayado con más énfasis que una «huelga política» en el sector de la enseñanza no es, a fin de cuentas, sino un rotundo pleonasmo. Desde que Pierre Bourdieu (y sus cien mil adláteres) transformaron las aulas en el nuevo escenario de la lucha de clases, no ha habido milenarismo más lesivo, más empobrecedor, más atorrante que el que aúna la épica de la revolución pendiente con el lirismo pánfilo del eterno niñato. El que ha hecho de la pedagogía un santuario en el que aún rigen los dogmas de una ideología exhausta.
La batalla por la escuela es hoy, sin más, la batalla por la vida adulta. Y hay que agradecer al proyecto de ley Wert el haber abordado esa necesidad, tras decenios de complacida instalación en los más lerdos ideales de esa infancia a perpetuidad, decretada por la LOGSE socialista y que ha convertido a la española en la más deficiente enseñanza de toda Europa. Y claro que es política esforzarse por salir del erial abierto desde los años de Felipe González. Y claro que es política -la peor, la más reaccionaria, la que más condena al hijo de los ciudadanos humildes al fracaso- esta rabieta de pedagogos y de sindicatos contra cualquier intento racional de ajustar el sistema académico español a criterios europeos. En ese ascenso a la excelencia a través del estudio y el esfuerzo se cifra el único futuro del continente.
En «Lecciones de los maestros», George Steiner, que es, a su vez, uno de los maestros de la sensibilidad contemporánea, hace una interpretación de «La Divina Comedia» como epopeya del aprendizaje. Dante, un perfecto «escolástico» al fin y al cabo, habría concebido su poema como una serie de lecciones y clases magistrales que configuran, nutren, corrigen y elogian al discípulo en cada caso. El intelecto asciende desde la perplejidad más tenebrosa hasta los límites del entendimiento humano, que son exactamente los del lenguaje. «Educar» significa «conducir hacia delante», dejar atrás el Infierno de la puerilidad y hacerle un quiebro a la condenación que representa la infancia. Es decir, lo contrario de lo que nuestros educadores perpetran, hoy por hoy, con sus supuestos educandos. Es decir, lo contrario de lo que nuestros regresivos sindicatos se empeñan en imponer como un descerebrado paraíso. España se enfrenta hoy con la peor de las herencias socialistas: la de esas generaciones sin riendas ni equipaje que galopan hacia el infantilismo más cerril desde la autocomplacencia más ignara. A medio plazo es algo aún más letal que nuestra presente ruina.
Hace ya mucho tiempo, Louis Pauwels, uno de los profesionales más brillantes de la gran época del periodismo en Francia, acuñó la expresión «Sida mental» para definir los estragos que la pandilla de Jack Lang estaba provocando entre los colegiales del hexágono, país para el cual Condorcet había forjado, en 1789, el monumento de la enseñanza republicana. El virus del progresismo educativo había arrasado con la cultura del esfuerzo, con el «continuum» de la sabiduría como poso, con el ascensor social de la meritocracia. A la hora actual andamos en las mismas y sin que el ejemplo de nuestros vecinos nos haya servido para enmendar la plana: lasciate ogni speranza, abandonad toda esperanza. Y que Dante nos coja confesados.
Tomás  Cuesta
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Félix Velasco

Ni Milton ni Maynard


La crisis vista por un observador amateur.
La crisis del 29, en contra de lo que se suele pensar, no acabó en 1933. Los daños se prolongaron diez años. De hecho, hay quien mantiene que solo el esfuerzo del rearme previo a la Segunda Guerra Mundial, y la propia contienda, permitieron superarla.
La gran depresión fue estudiada por los dos colosos del pensamiento económico del siglo XX, Keynes y Friedman. Keynes sostenía que ante una brusca caída de la demanda, había que estimular la economía a golpe de gasto público. Friedman, en un extraordinario ensayo firmado junto a Anna J. Schwartz, desvela que la hecatombe del 29 tiene su origen en la mala actuación de la Reserva Federal, con una política monetaria rácana, que no aportó liquidez al sistema cuando la caída en cascada de los bancos estaba colapsando el país. Entre 1931 y 1932 desapareció el 26% del dinero en circulación en EE.UU. Las consecuencias fueron atroces y, curiosamente, calcadas a las de ahora: crisis financiera y ausencia de crédito, cierre de empresas, bajada de salarios, un incremento del paro vertiginoso y un auge de las ideologías totalitarias y nacionalistas (la folclorada de Cataluña es un ejemplo de libro).
Tras el patinazo con Lehman, gigante al que se dejó caer en 2008, esta vez los grandes bancos centrales siguieron las lecciones de Friedman y practicaron una política monetaria expansiva, con inyecciones de liquidez de vértigo. Sin embargo, los resultados han sido incompletos: se evitó el crack del sistema, pero el crédito no ha vuelto a fluir como antaño y algunos bancos siguen siendo sepulcros blanqueados (no solo en España, también las virtuosas cajas alemanas).
La Reserva Federal ha hecho su trabajo: le ha dado a la máquina del dinero para evitar otra escabechina. Y es que Bernanke es un erudito, experto precisamente en el estudio de la crisis monetaria del 29. Pero el BCE no ha actuado igual, debido al pavor alemán a la hiperinflación, eco grabado a fuego del despendole de la República de Weimar. En lugar de oxigenar la economía, el BCE orientó todos sus esfuerzos a mantener los precios fríos, incluso cuando la recesión ya nos llegaba a los tobillos y la inflación para nada era el problema. Todavía hoy, en plena recaída, el regulador con sede en Frankfurt suelta la mano con cuentagotas y siempre tarde (Merkel incluso alardeó anteayer de tan nociva parsimonia).
En lo que hace a la otra palanca de estímulo que nos legó la historia (la keynesiana), se ha desdeñado en la UE, pues lo que se preconiza es justo lo contrario: cuadrar las cuentas públicas en los plazos draconianos que ha impuesto el Norte, objetivo quimérico en una Europa de nuevo en recesión. Es decir: si teníamos a un enfermo de tuberculosis con un problema añadido de obesidad mórbida, la medicina que le estamos aplicando consiste en quitarle casi toda la comida, con lo que se queda fino, pero con una anemia de caballo, que a la postre también dificulta la cura.
Resumen: Europa (que es Alemania) no ha escuchado ni a Milton Friedman ni a Maynard Keynes. Se están desoyendo las lecciones del 29. Resultado: la UE camina hacia la postración, a rebufo del rigorismo alemán, cuya banca, por cierto, fue la más golosa a la hora de engullir subprimes, derivados y morralla varia que aventaba la imaginativa banca de Wall Street.
Luis Ventoso
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viernes, 19 de octubre de 2012

El colapso educativo

Lo dicen todos, de la Unesco a Pisa u OCDE. Nuestra educación es más cara y la peor. Y tienen el terrible lastre del izquierdismo atrincherado en sus estructuras. Treinta años de sistema fracasado, ideologizado y tóxico unido a nombres como Solana, Rubalcaba y Maravall. Pensamiento socialista, es decir, castración sistemática del talento, la excelencia, el mérito y la iniciativa. Fomento del resentimiento, el odio ideológico, la lógica asistencial y clientelar, el gregarismo, la sumisión, la delación y el miedo. Los recortes son necesarios, pero secundarios. Lo prioritario es construir un sistema de educación pública económicamente viable y eficaz. Una educación pública que podamos pagar y no nos avergüence en el mundo. Y de la que surjan individuos libres, formados y emancipados que asuman las riendas de una sociedad adulta. Es decir una educación pública radicalmente distinta a la que defienden quienes, atrincherados en la actual, pretenden secuestrar a la sociedad española en las garras del resentimiento, ideologías del resentimiento, la mediocridad y el atraso.
Hermann Tertsch
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miércoles, 17 de octubre de 2012

Memorizar un pin

Las diez claves PIN más usadas en el mundo, en las tarjetas bancarias, según una amplia investigación realizada por Datagenetics, son:
  • 1234
  • 1111
  • 0000
  • 1212
  • 7777
  • 1004
  • 2000
  • 4444
  • 2222
  • 6969
El problema de los PIN es memorizarlos para no tener que llevarlos apuntados.
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domingo, 7 de octubre de 2012

Deshaz nudos: Confía y piensa en grande


A veces parece que los días y las situaciones no son muy amables con nosotros, que parece que llueven piedras, entonces debemos tomar decisiones, tal vez drásticas, para posibilitar otros mejores. Nos sentimos atados de pies y manos, ya sea por nuestros propios enredos, ya sea porque otros impiden que nos movamos en la dirección que queremos.
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Muerte al «Business Plan»

Conocí a Jack Welch hace unos años. ¡Mi suerte! Compartí con el mejor CEO del siglo XX unas horas en Capri durante unas jornadas sobre Nueva Economía. Recuerdo el debate que se produjo al finalizar el evento, durante un encuentro informal. Mientras yo defendía que lo más importante en un proyecto empresarial eran las ideas y el plan de negocio que lo llevaría a destino, él me aseguraba que “las ideas geniales no existen” y que “el business plan deberían erradicarlo”. Sobre las ideas (geniales) defendía que éstas no existen y que todo está inventado. Lo soportaba sobre la curiosa “teoría estructuralista de los cuentos” de Vladimir Propp. Según ésta, hay treinta y un esquemas dentro de los cuales es posible caber cualquier cuento, historia o novela que se haya escrito o narrado. Chico conoce chica, transgresión, alejamiento, prueba del héroe y otros tantos que se van combinando para generar toda la literatura existente. Igual sucede con la innovación decía. Todo está inventado y lo fascinante es la combinación eficiente de esos factores.
Con el tiempo he descubierto que el esfuerzo más intenso radica en la búsqueda de un problema. Pensé que si quería grandes beneficios, debía solucionar grandes problemas. Si le pasó a Steve Jobs ¿por qué no puede pasarte a ti?. En lugar de pensar en un gran producto que volviera a posicionar a Apple en la cabeza tecnológica, Jobs se dedicó a indagar“el gran problema”. El rompecabezas que localizó situaba a la industria de la música en el punto de mira. Como las discográficas y autores no lograba superar la quiebra que suponía la descarga masiva y gratuita. Pensó en iTunes y creó un portal donde se cepilló la cadena de valor tradicional en el negocio. Lo hizo apostando por el problema y entregando la solución: 99 centavos de dólar por canción. Lo logró porque no tenía otro remedio. Si Steve Jobs hubiera fracasado en base a un Plan de Negocio hubiera aportado su plan B, C, D o E y así hasta alcanzar una solución. Lo hubiera logrado porque había elegido muy bien el problema.
El business Plan no es más que una opción de ruta, una línea que nos cuenta donde estamos y como pensamos lograrlo, no lo que vamos a lograr. Welch me dijo en el aeropuerto de Nápoles, dos días después, que el error no era el modelo de emprendeduría y la dependencia de su plan director, según él, el disparate que cometemos los europeos es que “siempre esperan que los gobiernos lideren la economía”. No piensan en el problema, sólo en el plan del negocio. Él tomó su jet privado y yo esperé en la sala GroundForce un tiempo más a que un A321 me sacara de allí. Revisé mi Mac y mandé a la papelera alguna idea “única” y la convertí en papel digital reciclable.
Marc Vidal
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